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Sierra de Altamira |
Con rumbo hacia el Sanctuario de Ardus, en la Tierra Sagrada de Miraju, pasábamos por la Sierra de Altamia, se llama así por que no deja de ser una cordillera montañosa que comunica el pantano con el Sanctuario de Ardus.
Sobre una pequeña colina, había una chica llamada Eninte. Ese nombre aparecía en mi guía, Thersites el Daeva de la Traición había me había encomendado esta misión.
Thersites
La historia trata que, un día cuando caminaba por el campamento en el Respiro del Peregrino junto con mi perro, me crucé con una chica encantadora llamada Eninte. Ella quería encontrar el amor de su vida y yo, no iba a decepcionarla. Pasó el tiempo y ella comenzó a sospechar que yo me veía con otras mujeres, cosa que no voy a desmentir, y eso desató en ella una furia que hizo que aprendiese brujería.
No sé ni cómo ni por qué, comenzó a cambiar su personalidad, cada vez era mas callada y maquinadora.
Llegó el momento en que usó sus poderes de brujería para controlarme y averiguar sobre mí, pero le costó caro...su propia vida. Ahora durante el día, su alma se tranforma en la Eninte que era, una chica encantadora, pero al caer la noche, su alma en pena ataca a los viajeros si piedad alguna.
Izaris
Necesitaba que enviase a Eninte al flujo del Aether para que su alma descansara.
Esperé a media noche, y fué cuando apareció aquella alma repleta de odio y rencor.
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El alma en pena de Eninte |
Me dio mucha lástima. Estaba llorando. A su alrededor se podía ver una gran fuerza negativa que la envolvía. No podía hacerlo, ¡No podía matarla! Ni si quiera sabiendo que tan sólo era un alma!
Pero entonces, ella se percató de mi presencia. Ladeó la cabeza y me miró fijamente.
En sus ojos re podía leer dolor, tristeza y desespero. Me asusté, y creo que se dio cuenta de ello, hizo una mueca con la cara, quería que la matara, pero ella sabía que yo no lo haría, así que avanzó hacia mi y comenzó a golpearme.
...No tuve más remedio que cumplir su deseo, o ella o yo, y yo no iba a permitir que su miseria y penuria acabase siendo mi perdición.
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Entrada al Respiro del Peregrino |
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Respiro del Peregrino |
"... por muy duro y largo que sea el camino,
espero que os lleve a donde vuestros sueños apuntan"
Aquí es donde los Peregrinos descansan en su camino hacia el Santuario de Ardus, en la Tierra Sagrada de Miraju.
Yo no era ninguna peregrina, pero de todas formas me tomaría un descanso.
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Ibion en su máximo esplendor |
Conocí a Ibion, un vendedor ambulante un tanto preocupado por el dinero, necesitaba ayuda.
El negocio de Ibion menguaba, y es que al caer la noche aparecen antiguos espíritus elyos, que al morir en alguna antigua batalla por la zona, sus espíritus no consiguieron llegar al flujo del Aether, para lograr el descanso final. Ahora se dedicaban a vagar sin rumbo y a atacar a los viajeros.
Desde entonces, Verteron mandó guardianes para disipar a los espíritus, pero de un tiempo a esta parte están más ocupados del pantano contaminado que de esto.
Era una misión delicada, no se trataba de simples monstruos, sino Daevas, Daevas que alguna vez tuvieron sueños, sueños que nunca llegaron a cumplirse.
Helico y yo una vez más aceptamos la misión. Esperamos al anochecer y mientras recolectamos algunas plantas como Ruko o Dado.
El campamento estaba sobre una cadena de grandes montañas, con inmensos valles a sus pies y grandes acantilados. Yo estaba saboreando aquella preciosa puesta de sol. Todo se veía tan cálido... Parecía como si el Sol hubiese estallado en llamas, bañando todo el cielo en tonalidades naranjas y rojizas.
Poco a poco fue anocheciendo, y aquellos tonos llameantes se volvieron liláceos con un brillo muy místico. Las noches en Atreia no eran ciegas y oscuras, al contrario, estaban llenas de luz, gracias a la Torre de la Eternidad que iluminaba cada rincón de Elysea.
Y de pronto, aparecieron aquellos espíritus. Eran nobles guerreros armados.
No fue tarea sencilla, pero básicamente tratábamos de debilitar al máximo número de espíritus y de esa forma entre unos y otros encontrarían el camino hacia el descanso final.
Eliminamos a gran parte de los espíritus, pero el cansancio pudo con nosotros, así que volvimos al campamento.
Ibion agradeció nuestro trabajo, y mi recompensa fueron una piedra de resurrección y unas pociones de Maná.
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